El curso de doblaje ha terminado, y francamente estoy decepcionada de los resultados en general.
No me molesta haber participado en un programa piloto cuyos resultados en términos de efectividad (cuántas personas podrían dedicarse al doblaje al terminar) eran inciertos, ni me preocupo por poder continuar en esto o no, dado que mi principal motivación al inscribirme era comprobar si realmente tengo o no el talento necesario para esto, pero, como cliente que pagó por algo, los resultados fueron más bien pobres.
Francamente molesto, en esos términos, me pareció el que otras dos chicas del grupo A (16 a 18 hrs.) tuvieran oportunidad de practicar dentro del horario del grupo B (18 a 20 hrs.), el mío, reduciendo las oportunidades de pasar al atril de los que sí asistíamos con regularidad. El hecho de que mi grupo adoleciera de tantos desertores debió redundar en una ventaja para nosotros, no para los otros.
Por otra parte, el hecho de que no se me hayan indicado los resultados exactamente al final del curso implica falta de organización y de un método adecuado de evaluación. Como maestro que imparte una clase, es mi obligación llevar un registro claro de los avances de los alumnos; como docente, debo establecer los parámetros dentro de los cuales se evaluará a los alumnos y proporcionarles la retroalimentación que necesitan para mejorar, so pena de mantenerlos dando palos de ciego sin reforzar cualquier acierto, por esporádico o coincidental que sea, que puedan producir, ya que los resultados de los alumnos avalan la efectividad de un maestro. Además, en lo personal, detesto esperar, sobre todo si espero malas noticias.
He de reconocer el talento y la devoción que mis mentores en esta profesión especializada invierten en estos cursos, y los felicito por ello, deseándoles de todo corazón que encuentren pronto un sistema que les permita hacer de algo que ya es bueno, algo todavía mejor.
No me molesta haber participado en un programa piloto cuyos resultados en términos de efectividad (cuántas personas podrían dedicarse al doblaje al terminar) eran inciertos, ni me preocupo por poder continuar en esto o no, dado que mi principal motivación al inscribirme era comprobar si realmente tengo o no el talento necesario para esto, pero, como cliente que pagó por algo, los resultados fueron más bien pobres.
Francamente molesto, en esos términos, me pareció el que otras dos chicas del grupo A (16 a 18 hrs.) tuvieran oportunidad de practicar dentro del horario del grupo B (18 a 20 hrs.), el mío, reduciendo las oportunidades de pasar al atril de los que sí asistíamos con regularidad. El hecho de que mi grupo adoleciera de tantos desertores debió redundar en una ventaja para nosotros, no para los otros.
Por otra parte, el hecho de que no se me hayan indicado los resultados exactamente al final del curso implica falta de organización y de un método adecuado de evaluación. Como maestro que imparte una clase, es mi obligación llevar un registro claro de los avances de los alumnos; como docente, debo establecer los parámetros dentro de los cuales se evaluará a los alumnos y proporcionarles la retroalimentación que necesitan para mejorar, so pena de mantenerlos dando palos de ciego sin reforzar cualquier acierto, por esporádico o coincidental que sea, que puedan producir, ya que los resultados de los alumnos avalan la efectividad de un maestro. Además, en lo personal, detesto esperar, sobre todo si espero malas noticias.
He de reconocer el talento y la devoción que mis mentores en esta profesión especializada invierten en estos cursos, y los felicito por ello, deseándoles de todo corazón que encuentren pronto un sistema que les permita hacer de algo que ya es bueno, algo todavía mejor.
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