viernes, 16 de noviembre de 2007

Cuando me muera, nadie me va a extrañar

Evidentemente, cuando este pedazo del universo deje de existir (para siempre, porque no creo en que haya "vida después de la muerte"), el resto del mismo no va a dejar de girar.

He tratado de hacer un poco más resonante mi voz a través de la blogósfera, pero ya nadie me pela, lo cual no es reproche ni queja, sino la mera constatación de un hecho. Siempre he dicho que, aunque la más grande potencia del universo es el individuo, al final éste no cuenta. Sólo las masas, y éstas son estúpidas. Qué paradoja, ¿verdad? Y que conste que a nadie en particular estoy llamando estúpido. Son los grupos de personas los que me producen esa sensación.

Será que ando clavadísima en la depre porque nada me ha salido como yo quiero. No puedo evitar recordar las sabias palabras del insigne Athos al cuasi-imberbe Artagnan: "La vida es un rosario de miserias que el filósofo va pasando con la risa de la indiferencia". ¿Qué le va a importar al resto del mundo que un solo individuo viva o muera cuando tantos están afligidos? Y por favor, no me refiero a lo de Tabasco (¿a quién se le ocurre construir sobre un pantano, por amor de Dios? El que por su gusto es buey...), sino a la porquería que llena el mundo en general.

Ha de ser por eso, por esa conciencia de la futilidad y fragilidad de la vida, que he dedicado la última mitad de mi vida al sibaritismo, a tratar de sacarle el máximo placer posible, pero últimamente tampoco me ha ido muy bien con eso, porque sí es cierto que el dinero habla, y lo único que me dice últimamente es 'Adiós', el muy hijo de p***.

El tedio, el desorden, la desesperanza realmente pueden minar gravemente el ánimo de cualquiera, y el mío se encuentra asediado y bajo fuerte ataque. Supongo que sólo necesito un par de días para recargar las pilas, porque como dice Eric Draven, "it can't rain all the time", no puede llover todo el tiempo, pero yo también estoy sufriendo la inundación, y el agua ya me está llegando a los aparejos.

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