Ya se que últimamente lo único que hago es quejarme de mi trabajo, pero para eso es el “Planeta Quejas”: para ventilar las frustraciones y reflexionar sobre las posibles soluciones.
Y ahora la queja está más que justificadamente fundamentada, ya que en esta ocasión, el trabajo ha afectado la segunda única cosa del mundo que no puedo comprar: la salud.
Y más me quejo porque nadie, ni mis familiares, se han solidarizado en el rechazo a una situación opresiva que mina hasta la única cosa que puedo invertir en la búsqueda, ya no digamos de un futuro (eso es ciencia ficción en este país), sino de un nivel de vida de calidad. Todo el mundo me insiste en que más bien debería de dar gracias porque tengo trabajo, y que en este país, ya es ganancia poder poner comida en la mesa todos los días y poder hacer confetti el salario para pagar las deudas, ya no se diga comprar cosas nuevas. Y cada vez que escucho esto, estoy a punto de vomitar las entrañas de asco. O sea, ¿de qué me sirve tener trabajo, si estoy perdiendo mi salud en él?
Como resultado del estrés a que me he visto sometida en el último mes, ya falté un día al trabajo a causa de un espantoso dolor abdominal con reflejo en la espalda. ¿Alguna vez les han dado una patada en el estómago? ¿Les han hecho el “abrazo del oso” mal plan, que hasta te dislocan las vértebras y te quedas todo flojito? Pues imagínense las dos cosas combinadas... ¡¡A LA UNA DE LA MADRUGADA Y YO SIN SEGURO SOCIAL!! Eso y quedarse encuerado bajo la lluvia pos da lo mismo, ¿no? Y luego, pos a robarle medio día de su trabajo a mi má, porque ni de lástima había quién me llevara al doctor. ¿El diagnóstico? Inflamación intestinal aguda e inflamación hepática, o sea, en castellano, hígado hinchado.
¡Ay, nanita! ¿Verdá que da mello? Si ya nomás oír la palabra “colitis” provoca escalofríos, el pensar que uno de los órganos más delicados de mi cuerpecito ha sido afectado francamente me provocó hacerme pis en los choninos. ¿Qué trinche trabajo vale esto? ¿El costo-beneficio sigue siendo razonable? ¡¡POR SUPUESTO QUE NO!!
Claro que todo esto también tiene su lado bueno: en vez de sólo clavarme en lo enferma que estoy, también doy gracias porque NO estoy más grave. Todavía podemos hacer algo al respecto; aún no es nada crónico ni incapacitante. Pero AGUAS, porque podría tornarse en tal. Gracias a Dios, conseguimos un médico, y mi mamá tenía dinero pa’pagarlo, porque yo ya no tenía un peso, pero no saben cuánto me CHOCA tener que andar dando lástima, ya que mi bandera es la independencia total.
En pocas palabras, el balance costo-beneficio de permanecer en esta empresa ya no me favorece, y por eso ya estoy activamente buscando chamba. También me estoy cuidando mucho, y me como toda mi comidita y me tomo mis medicinas como niña buena, con la confianza en que puedo salir de este hoyo, aunque me tarde.
Y ahora la queja está más que justificadamente fundamentada, ya que en esta ocasión, el trabajo ha afectado la segunda única cosa del mundo que no puedo comprar: la salud.
Y más me quejo porque nadie, ni mis familiares, se han solidarizado en el rechazo a una situación opresiva que mina hasta la única cosa que puedo invertir en la búsqueda, ya no digamos de un futuro (eso es ciencia ficción en este país), sino de un nivel de vida de calidad. Todo el mundo me insiste en que más bien debería de dar gracias porque tengo trabajo, y que en este país, ya es ganancia poder poner comida en la mesa todos los días y poder hacer confetti el salario para pagar las deudas, ya no se diga comprar cosas nuevas. Y cada vez que escucho esto, estoy a punto de vomitar las entrañas de asco. O sea, ¿de qué me sirve tener trabajo, si estoy perdiendo mi salud en él?
Como resultado del estrés a que me he visto sometida en el último mes, ya falté un día al trabajo a causa de un espantoso dolor abdominal con reflejo en la espalda. ¿Alguna vez les han dado una patada en el estómago? ¿Les han hecho el “abrazo del oso” mal plan, que hasta te dislocan las vértebras y te quedas todo flojito? Pues imagínense las dos cosas combinadas... ¡¡A LA UNA DE LA MADRUGADA Y YO SIN SEGURO SOCIAL!! Eso y quedarse encuerado bajo la lluvia pos da lo mismo, ¿no? Y luego, pos a robarle medio día de su trabajo a mi má, porque ni de lástima había quién me llevara al doctor. ¿El diagnóstico? Inflamación intestinal aguda e inflamación hepática, o sea, en castellano, hígado hinchado.
¡Ay, nanita! ¿Verdá que da mello? Si ya nomás oír la palabra “colitis” provoca escalofríos, el pensar que uno de los órganos más delicados de mi cuerpecito ha sido afectado francamente me provocó hacerme pis en los choninos. ¿Qué trinche trabajo vale esto? ¿El costo-beneficio sigue siendo razonable? ¡¡POR SUPUESTO QUE NO!!
Claro que todo esto también tiene su lado bueno: en vez de sólo clavarme en lo enferma que estoy, también doy gracias porque NO estoy más grave. Todavía podemos hacer algo al respecto; aún no es nada crónico ni incapacitante. Pero AGUAS, porque podría tornarse en tal. Gracias a Dios, conseguimos un médico, y mi mamá tenía dinero pa’pagarlo, porque yo ya no tenía un peso, pero no saben cuánto me CHOCA tener que andar dando lástima, ya que mi bandera es la independencia total.
En pocas palabras, el balance costo-beneficio de permanecer en esta empresa ya no me favorece, y por eso ya estoy activamente buscando chamba. También me estoy cuidando mucho, y me como toda mi comidita y me tomo mis medicinas como niña buena, con la confianza en que puedo salir de este hoyo, aunque me tarde.